De todos es sabido que con los primeros calores de juventud llegan los amores fugaces, pero no hay ninguno que marque tanto como el primero de todos. Contaba cinco años Zahra cuando su maestra anunció en clase la inminente llegada de Adam, un chico nuevo en el barrio, pidiendo a todos los alumnos que le ofrecieran el máximo apoyo posible ya que no hablaba muy bien el idioma. Claro que aquel chico no era de ningún pueblo del extrarradio de Barcelona sino de la lejana Inglaterra, un país al otro lado del mar al que su abuelo le dijo que sólo las personas valientes y fuertes podían llegar nadando. "¿Habrá nadado ese chico desde Inglaterra hasta aquí con solo cinco años? ¡Debe ser increíblemente fuerte!" se entusiasmó.
Zahra pensó que el destino le había brindado un nuevo amigo, uno que le iba a contar muchas historias y con el que iba a poder jugar durante mucho tiempo. "Seguro que Inglaterra era un lugar acogedor y bonito, un lugar lleno de mascotas y chocolate y con muchas teles por todos lados. Y seguro que un día me lleva allí para enseñármela. Sí, Ahnam va a ser mi amigo de aquí en adelante" decidió con firmeza. Pero Adam todavía no había aparecido por clase y ya había pasado el recreo. ¿Cómo iba a poder ser su amiga si ya no podían jugar juntos? Al terminar el día todavía quedaba un pupitre vacío en clase al que Zahra miraba con desilusión, preguntándose si aquel chico realmente existía o era una broma de la maestra. Abrigo en mano y con mamá enfrente, volvió la cabeza para hacer una última pregunta: - Seño... ¿por qué no ha venido Adam? Yo quería jugar con él...
- Estará muy cansado después del viaje. Seguro que mañana ya podremos tenerlo con nosotros. ¿Te gustaría ayudarme enseñándole la escuela? Necesito a alguien muy responsable y que la conozca muy bien.
- ¡Claro que sí, señorita! - concluyó Zahra, volviéndose hacia su padre con una sonrisa de oreja a oreja. - ¡Papá, mañana voy a ser la mejor guía del mundo!
De vuelta a casa las calles seguían siendo las mismas aunque el camino parecía distinto. Los árboles ya mostraban los primeros signos de la llegada del otoño y los pájaros estaban más revoltosos que de costumbre. Incluso Gemma, la dependienta de la panadería que siempre parecía feliz, se esforzaba en dar una buena imagen que cubriese ese resfriado latente. "Ya llega la época de los resfriados, las lluvias y los cambios de temperaturas. Aunque por allá por Inglaterra sí lo están pasando mal, que se ha desbordado un río no sé dónde..." conversaba con su padre. ¡Inglaterra! ¡Otra vez! "¿Cómo será Inglaterra? Al menos allí saben nadar muy bien...
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