Recuerdo mi niñez como si fuera ayer. En parte, todavía me veo como aquél chiquillo que correteaba por las calles de Gdansk rodeado de niños rubios de rostro pálido detrás de un balón. O jugando con piedras junto al río, intentando crear la parábola más perfecta. Incluso si cierro los ojos todavía puedo recordar el olor a pan recién hecho cada vez que visitaba a mi abuela. De hecho, no soy capaz de recordar a mi abuela sin aquél acogedor aroma a horno y a dulces. Y recuerdo la inocencia con que escalaba peldaños en mi vida y la ilusión que suponía crecer, madurar, pasar de ser un niño a ser un "chico mayor".
En cierta manera a día de hoy podría decir que todavía conservo un trozo de aquella inocencia pura y limpia conmigo, a pesar de las circunstancias. La vida, por mucho que uno no quiera, hay que tomarla como viene y a veces más vale sonreír que detenerse a lamentar lo que uno deja atrás. Y créanme, no creo haber vivido una vida fácil ni sencilla, mas la mayor de las riquezas me ha llegado en forma de experiencias, tanto positivas como negativas. Experiencias que no sólo no han borrado la sonrisa de mi rostro sino que, al contrario, han conseguido llenarla de motivos para estar ahí. Todo lo que he vivido, todo lo que entendí sobre la vida es cuanto poseo - y a su vez el mayor de mis tesoros - y, como tal, me gustaría dejar por escrito una pequeña parte de todo lo que mis recuerdos conocen. Espero que les inspire al igual que me inspiró a mí.
Nunca pensé que un simple día pudiera cambiar tanto la vida de una persona pero aquel 1 de septiembre no hubo nadie en toda Gdansk que no se hubiera enterado de la noticia. Los rumores corrían como la pólvora: "los alemanes han cruzado la frontera, el ejército no ha podido hacer nada", "¿qué van a hacer con nosotros? Seguro que nos usan como esclavos"... La verdad, para un niño de diez años como era yo ni siquiera una invasión alemana podía explicar por qué mi madre preparaba tan aceleradamente las maletas otra vez. "¿Otra mudanza? ¿Y el colegio qué? ¡Ahora que ya tenía amigos, no es justo!" En apenas tres años ya habíamos viajado desde Alemania a Checoslovaquia, Austria y a Polonia, y al parecer volvíamos a partir. Y esta vez sin siquiera avisar a los vecinos...
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