Sabes que es él cuando simplemente el hecho de verlo aparecer caminando por la calle consigue cambiar totalmente el rumbo de tus pies. Si ibas a algún sitio, no sería tan importante como para perder la oportunidad de volver a escuchar esa voz otra vez. Si simplemente ibas de vuelta a casa después de un día de duro trabajo, con la esperanza de poder dormir lo antes posible y olvidar el estrés mantenido que te produce tanta monotonía, con solo verlo ya el cansancio desaparece y la poca luz de las oxidadas farolas parece iluminar tu recién estrenada sonrisa.
"Casualmente" - así, entre comillas - de repente una mirada extraviada te indica que te ha notado, te hace pensar que se ha fijado en ti y aunque sea de manera circunstancial eres parte de su pensamiento por un segundo. Algo dentro de ti despierta, un fuego que estaba encerrado en una caldera que ya no lo puede contener. Saltan las alarmas: ¿soy el tipo de persona que él desea ver? Y entonces la mano se va inconscientemente hacia el pelo, en un gesto por llevarlo hacia el lugar en el que debe estar, aunque sin mucho resultado; el viento es mucho más poderoso que el más hábil de los cepillos. "¡Oh, Dios mío!" son las únicas palabras que eres capaz de decir en voz baja...
Y entonces ocurre. Llega el segundo en el que vuestras miradas no se encuentran, pero se buscan, sabedoras de que en un momento u otro él va a regalarte aquello que te hizo enamorarte de él desde la primera vez. Y sabes que vas a volver a caer en su encanto y que tu autobús está parado en otra dirección a escasos minutos de cerrar sus puertas. Y sabes también que el presente está esperando que os miréis y quedéis sin habla, y que se detenga el tiempo, pero el futuro decidió seguir añadiendo segundos al reloj. Un paso más, un poco más cerca. Comienzas a ordenar a tus piernas que anden lo más despacio que sepan y a tus manos que preparen el más espontáneo y gracioso de los saludos, a tu cuerpo que por favor sea reflectante y consiga atraer su mirada y a tus ojos un imposible, ocultar la verdad de lo que esconden ante su perspicaz mirada.
Y te ve. Te ha visto, mira al suelo por un segundo pero ya tiene esa sonrisa de quien ha encontrado lo que estaba buscando... Y entonces te aparece como por arte de magia en la pizarra de tu pensamiento: igual no soy yo la única que piensa que las casualidades, este tipo de casualidades, hay que encontrarlas buscándolas... Y entonces sonríes, y te acercas con la calidez de quien encuentra una hoguera en medio de la fría nieve...
(Q)