- Me miras como si lo que hubiera dicho fuese una locura -le espetó Julián al ver la cara de asombro de su jefe, el señor Peláez-. Llevo trabajando en esta empresa, como bien sabes, más de quince años en los cuales no he podido disfrutar apenas de mi familia. Tanto ajetreo, tantas responsabilidades... Al final las responsabilidades van comiéndose a uno hasta que lo convierten en una masa de carne y sesos inservible para disfrutar de los pequeños placeres de la vida. ¿Sabes? Y yo ya siento que mis manos no tocan el violín desde hace años, y que mi cerebro necesita de vez en cuando un aire que no esté acondicionado. Y por eso me voy, porque es hora de pensar en uno mismo. Es hora de hacer planes de vida y de aprender que el trabajo solo nos da comida, y pocas veces felicidad. Y tú deberías hacer lo mismo, antes de que no puedas evitarlo.
- Yo ya lo evité hace tiempo -contestó Peláez, sereno como de costumbre -. Yo voy a yoga. Yo hago meditación, y dedico el tiempo libre que tengo a pasarlo con mis hijos en algún sitio divertido. Yo no necesité envejecer para evitar hacerme viejo, más decidí que ya era hora de dejar de un lado las responsabilidades hace tiempo. Por eso te contraté. Por eso te enseñé a querer mi empresa como si fuera tuya, a mimar cada detalle y a perfeccionar por tu cuenta cada uno de los huecos que yo hubiera podido dejar. Creé al trabajador perfecto y le di plenos poderes, nunca te coarté en tus decisiones y nunca puse límites a tu creatividad. Estoy orgulloso de haber cogido a un joven tan talentoso y haber pulido con estas manos esa piedra preciosa de los negocios. Y el tiempo me ha dado la razón, pues al final has sido tan diestro en tu campo que has notado que ya conocías todo de él y no merecía la pena malgastar más tiempo en algo que no te iba a aportar felicidad alguna. Y llegado este momento sólo piensas en echar a volar. Es lógico. Pero déjame preguntarte, primero, por el motivo de tu vuelo. ¿Por qué ahora? Es la última pieza del rompecabezas que me queda pendiente...
- Porque los nidos siempre son cómodos y seguros, pero para un pájaro no hay momento más excitante en su vida que el momento en que salta y empieza a volar...