Tu frase favorita es "tú no entiendes". Como si diciendo esa frase se justificara cualquier acción. Como si las personas pudiéramos redimir cualquier comportamiento con solo unas simples palabras. Tú no entiendes como el bebé que todavía no sabe lo que es masticar la comida. Como el niño que todavía no ha ido al colegio. Como el joven que todavía no ha dado su primera calada a la vida. Tú no entiendes, tú no sabes nada.
Cada día me convenzo más de que no entender es lo que necesito. Resignarme, no darle vueltas a comportamientos que no tienen sentido. Agachar la cabeza y mirar para otro lado. Repetirme que, por mucho que lo intente, no estoy lo suficientemente conectado con el mundo para entenderte. Que vivo en una burbuja y que todo en lo que pienso o creo no es verdad o, en caso de ser cierto, no vale la pena luchar por ello. Porque, total, yo no entiendo…
Y así es como poco a poco vas minando mi total confianza, vas destruyendo cada ápice de mi existencia con una sonrisa. Poco a poco vas minimizando cualquier pensamiento y relativizando mis energías alternas. Así vas incorporando a la monotonía de nuestro día a día grandes cantidades de indiferencia que frenan mis atisbos de cariño en un segundo. Continúas extrayendo de la vida todo su jugo hasta dejarla vacía. Y en ese momento, cuando piensas que ya no se puede obtener más, cuando lo que era un lago paradisíaco ahora hace la competencia al Sáhara profundo… entonces, y solo entonces, eres capaz de sorprenderme sacando a relucir tu ego más cínico.
Y yo aquí me quedo, embargado por una duda inquieta, sin entender nada…